miércoles, 15 de febrero de 2012

La palabra de una amiga de The New York Times...


In the past few months, a surprising number of people have said to me, “Oh, by the way, I’m going to Peru,” as if no further explanation were needed. One thing I do know. While they’re there, they will probably buy a chullo or two, one of those cone-like alpaca pan-Andean hats with earflaps. Judging from the look of New York, a lot of people have been to Peru recently. Gone is the Afghan pakol. Gone is the keffiyeh. This is the winter of the Andean hat.

If there’s a political statement in the chullo, it’s a little hard to decipher. Perhaps it signals indigenousness, international-ness. But what it mostly says is, I don’t care how I look as long as I’m warm. I’ve seen chullos that look like one cup of a knit bikini top and some that make their wearers look like mittenheads, complete with dangling strings. The other day I saw a fur-lined chullo that looked as though it had eaten the elder George Bush’s Russian hat. You can give a fedora a rakish tilt. You can wear a hoodie with sinister élan. But it’s impossible to wear a chullo stylishly. It is to the noggin what a golf club cover is to a 3-wood. It is a bag for the head.

In a way, seeing so many chullos in New York is a little like seeing so many baseball caps on Peruvians and Bolivians — a token of our global inclusiveness, like the Andean musicians you hear in the subways playing what you think is Paul Simon but is really a Peruvian classic.
Perhaps the anti-stylishness of the chullo — its simple functionality — is its politics. The fact is that really cold weather eclipses style. I see men and women wearing earmuffs that look like noseplugs. They are clearly trying to keep their hair kempt. It’s a lost cause. Your hair is not truly your own until warmer days and higher humidity return. Until then, there is no better way to get hat hair than a chullo.
VERLYN KLINKENBORG

Mis orígenes, para su conocimiento


El chullo es una prenda peruana que viene desde tiempos ancestrales, hecho por el antiguo peruano para protegerse del intenso frío de las zonas altoandinas.
Los mas representativos y tradicionales son de Cusco, Puno, Ayacucho, Huancavelica y otros lugares muy altos en nuestra serrania, en estos pueblos ademas cumplen la función de identificar a los hombres solteros , los convivientes y los casados, igualmente diferencian al poblador común de las personas dedicadas al curanderismo, curacas y otros personajes de nuestra población andina. De acuerdo al lugar donde los hacen, emplean colores, figuras y diferentes formas o motivos que de alguna manera son representativos de sus costumbres y tradiciones. Actualmente el chullo se ha internacionalizado a través de los turistas que nos visitan e inclusive se lucen en las mas prestigiadas pasarelas de moda internacional. 

El humilde chullo, que antes sólo abrigaba las oscuras cabezas de los habitantes del Ande peruano, hoy desfila por las grandes pasarelas y los diseñadores se pelean por crearle detalles cada vez más llamativos. Pero fashion o no, el chullo y sus clásicas orejeras de lana siguen siendo bien peruanos.
El chullo es un gorro con orejeras tejido en lana de alpaca u otros animales y en combinación con fibras sintéticas. Es originario de las regiones andinas del Perú, donde se le usa para protegerse del inclemente frío de la puna. Suele acompañarse de dibujos multicolores y diseños andinos.

El historiador Luis Repetto indica que el prejuicio contra el chullo ha sido muy grande por ser una vestimenta andina. Pero también precisa que, si bien esa prenda se creó en la serranía, su origen es español. En el libro Indumentaria tradicional andina, escrito por Arturo Jiménez Borja, Repetto manifiesta que en esa investigación se señala que nuestro chullo tuvo como origen el birrete español. “Entonces podríamos decir que tiene un origen mestizo y que el principal aporte peruano fueron las orejeras. Además, en nuestra historia preínca hay otras prendas para la cabeza, como el gorro huari, de cuatro puntas”, añade.
Hay gente que niegan de plano esta versión y defienden con convicción su origen prehispánico. Pero sobre lo que nadie parece tener ninguna duda es que el chullo es peruano.
En consecuencia, hay casi mil estilos distintos de chullos, pero los conocedores saben que los mejor logrados provienen de las provincias donde se elaboran desde hace cientos de años. Estas son las zonas más altas de los Andes, entre los 3750 y 4300 metros sobre el nivel del mar; es decir, las punas de Huancavelica, Ayacucho, Puno y Cusco.
Las localicades cusqueñas de Quispicanchi, Lauramarca, Pisac, Tinta, Calcas, Sicuani, Ocongate y Ausangate destacan por la calidad y variedad de sus chullos, que van desde los más sencillos, confeccionados según una técnica prehispánica llamada ‘circular’, hasta los más ornamentados, típicamente con botones, mostacillas y cintas de lana.

Mírame ah! Estoy en las mejores pasarelas...


El "chullo" o gorra con orejeras típica de los Andes que se usa desde tiempos inmemoriales se ha convertido en el complemento de moda que lucen este invierno los jóvenes limeños y en el protagonista de las pasarelas de todo el mundo.

La última tendencia en el invierno austral surge a iniciativa de los modistos más reputados del mundo, como el británico John Galliano, que ven en el "chullo" un complemento original y además abrigado.
Originario de las zonas alto andinas de Perú y Bolivia, el "chullo" cuesta en Lima entre 5 y 44 dólares, dependiendo de su calidad y diseño.
Y es que estos gorros pueden estar fabricados con finas y sofisticadas lanas de alpaca o vicuña, en este último caso la fibra más cara del mundo; o bien ser sintéticos, lo que rebaja considerablemente su precio.
Hasta poco hace tiempo, sólo lo compraban los turistas y los habitantes de las cumbres para protegerse del frío; pero ahora es una prenda de mucho éxito entre los jóvenes, comentaron a Efe los artesanos del mercado del distrito de Miraflores, en Lima.
Para el historiador Luis Repetto, "el chullo se veía de forma despectiva entre los costeños porque se asociaba a los campesinos pobres de los Andes, que durante mucho tiempo han sido vistos con prejuicios por los pobladores de la costa".
"En los años 70 la juventud usaba el chullo y el chuspi (faja de tejidos prehispánicos) como parte de su vestimenta de protesta", lo que causó un gran revuelo en la sociedad de la época, indicó Repetto a Efe.
"Luego el uso de las prendas andinas decayó y ahora ha renacido gracias a la demanda de los jóvenes por regresar a sus raíces", agregó.

En su libro "Indumentaria tradicional andina", el fallecido escritor Arturo Jiménez Borja aclaró que si bien el "chullo" lo usan los habitantes de los Andes su origen está en el birrete español.
El "chullo" sería así una prenda mestiza a la que se le agregaron orejeras y coloridos diseños incas y, por ser cada modelo único en su género, sirve para identificar a los distintos grupos étnicos.
El cantante francés Manu Chao fue el primero en usar el chullo en sus conciertos, aunque el primer diseñador en llevarlo a las pasarelas fue John Galliano y Dior, que lo exhibió en su colección otoño-invierno a precios que podían alcanzar hasta los 3.000 dólares.


Pero los consumidores de Londres, París y Madrid pueden encontrar la prenda a precios más asequibles, a unos 9 euros en las tiendas étnicas que ofrecen productos latinoamericanos.
Motivado por la ola que impuso Galliano en el mundo de la moda, Jay Kay, el vocalista del grupo de rock "Jamiroquai" comenzó a usar el chullo en sus actuaciones; mientras que en la presentación de la película "Misión Imposible III" el actor Tom Cruise lució recientemente en México este gorro durante la rueda de prensa.

Este "boom" ya ha comenzado a dar frutos y, según la Asociación de Exportadores (ADEX) de Perú, en el primer semestre de este año las ventas han aumentado en un 38 por ciento hasta los 64 mil dólares.
Los gorros andinos se exportan a 25 países y el principal comprador es México (15,3 por ciento), seguido de Francia (13,9 por ciento), Italia (10,2 por ciento), Chile (9,8 por ciento), Estados Unidos (9,2 por ciento) y Argentina (8,3 por ciento).
Los diseñadores peruanos no se han quedado atrás y han recurrido a las tejedoras de Ayacucho y Cuzco para rediseñar la prenda de moda, incorporándola borlas de colores, sofisticadas trenzas de hilo o coquetos penachos.